miércoles, 30 de abril de 2014

Candado / Índice

El vino está agrio,
Trabajar en librerías,
y el perro guardián que me dieron,
atado, pero con la posibilidad
se ha escapado.
de recorrer estanterías. De
Creo que estaba
recorrer nombres: índice,
para vigilarme,
medio, pulgar.
no sé.
En puntas de pie,
Creo que soy libre,
en cuclillas o,
no sé.
tal vez,
Extraño su compañía.
ladeado.
Lo sé.


Ricardo Baviera

martes, 29 de abril de 2014

Caminatas y rodeos

A nuestra amistad, Guillermo Rho  

     Recién me enteré. Unos cuantos momentos vinieron a mí, pero lo más pregnante fue tu sonrisa enmarcada por tu bigote poblado. Esa sonrisa que te caracterizaba, cuando charlabas con los desconocidos, siempre buscando, aunque sea por un momento, conectar con el otro, romper con la frialdad. Hablar para conocerse. Hablar para no sumirnos en la indiferencia.
     Mi adolescencia transcurrió pasando el tiempo juntos. En esa época fue cuando me di cuenta de que la diferencia de edad con el otro no es un impedimento para establecer un vínculo. De que tus anécdotas, y mis preguntas, se complementaban. De que ambos rescatábamos ciertos aspectos del vivir. Somos personas en la búsqueda, constante. No nos es propio el estancamiento, el sedentarismo del cemento fraguado, que se secó. Estamos constantemente construyendo, y cuando una pared se seca, tomamos la maza y la demolemos. Para no caer en el dogma. Para seguir siempre preguntando, espíritu inquieto.
     Recuerdo tu cumpleaños, poblado de músicos, tocando todos por turnos hasta el amanecer. Recuerdo mi inseguridad al subirme a tocar con gente con mucha más experiencia que yo. Pero lo que no voy a olvidar es el gesto cálido que me inspiró confianza. Ese sentimiento de comunión entre músicos que no se conocen, que, hasta cierto punto, provienen de tiempos y espacios diferentes. Que la música que escuchan no se parece. Pero que tocando se entienden, por fuera de las palabras.
     Me mandaste tu novela, y nunca pude verte como para comentarte al respecto. Valoré mucho que confiaras en mí para que opine sobre ella. No es fácil escribir. Y mostrar. Es exponerse, es andar, por momentos, con el corazón en la mano. Y en este momento me encuentro escribiendo, y te escribo. Sé que no lo vas a leer. Pero eso no es lo que importa, porque en estas torpes y breves palabras, vivís. Porque nuestra amistad sigue presente. Porque mi manera de encarar las cosas hoy, tiene mucho que ver con los sentires de esos días, bohemios. 
     Corazones vagabundos. Cigarrillos y café. Caminatas y rodeos.


Guido Bruno

domingo, 27 de abril de 2014

Típico de Virgo

      Me caías tan bien. Con tus neurosis, con tus obsesiones, con tu pequeño gesto de acomodar el salero en la mesa, con tu manía de alejar los vasos del borde de ella, por miedo a que se caigan en un acto de torpeza. Con tu fantasía nunca realizable, al quedarte siempre en imágenes posibles, pero poco probables, sin poder ver lo que sucedía enfrente tuyo. Mente de pasado, mente de futuro. Pero poco presente. A veces, ausente.
     En un primer momento, cuando te conocí, me molestaba tu tendencia a querer controlar hasta la más mínima brisa que entraba por el ventanal. Hasta la risa, cuando las pequeñas humoradas te provocaban llanto. Odiabas que te hiciera cosquillas. Típico de Virgo.
     “Siento que estoy perdiendo el tiempo”. Cuánta arrogancia encierra esa concepción. El tiempo que se pierde, ¿a dónde va? ¿Se puede, realmente, perder el tiempo? Creo que es una ilusión más, omnipotente, de poder controlar cada acontecer que te rodea. Pero creo que esas palabras nacen desde la inocencia de querer poseer el mundo, por miedo a que cambie más rápido de lo que podemos aprehenderlo.
     Y ahora, parado en los confines, viéndolo en perspectiva, siento que lo nuestro era una construcción, en la que me permitías el caos que emano (y en el que tengo fe). Y que me aceptabas a pesar de ser un vagabundo que caminaba sin certezas, emprendiendo recorridos nunca planeados, no pensados, en búsquedas en las cuáles lo que menos importaba, era encontrar.
     Sabías que no veía ese vaso en el borde: lo golpeaba, y se hacía añicos. Sabías que ni las cajas de cartón (esas que tenías perfectamente clasificadas cuando te mudaste), ni las manos, me servían para encerrar lo que intuía. Que siempre estaba buscando tensarlas, hasta que estallasen. Que también tengo obsesiones, como vos, pero que son rodeos, que piden ser líneas de fuga: precipitarse a velocidad infinita.
     Y que a pesar de no estar locos el uno por el otro, nos comprendíamos, éramos compañía. Mirarte a los ojos y encontrarlos vacíos, cuando estabas absorta. Mirarte a los ojos y encontrar el brillo, cuando relatabas una andanza nocturna por un parador desierto en una tierra cercana, pero lejana. El vértigo de lo desconocido, de lo que no se amolda, de lo que siempre quiere escapar. Nunca podría definir la vida, pero lo poco que sé, es que desborda.
     Mientras cenaba solo, y sin pensarlo, acomodé el salero en la mesa. Vuelvo a ver la foto que nos sacamos aquel día frío en la playa, cuando te quejabas de la molestia que te provocaba la arena. Me reía. Nunca creí del todo en sacarse fotos para conservar un recuerdo. Entonces me percato de que hoy me quedé en el pasado. A fin de cuentas, no somos tan distintos, por momentos también soy tan... típico.


Ricardo Baviera

Amalia / Escarabicida

Amalia pesca con mosca,
Desperté viendo al escarabajo,
su edad no se revela
y súbitamente lo golpeé.
en sus brazos.
Volví a la conciencia,
Con mucha paz, agita 
miré para todos lados:
uno de ellos y revolea la
no estaba.
carnada. 
Revolví las mantas, la ropa,
La trampa ya ha sido
las ollas, sin caso.
plantada. Se sienta.
¿Lo habré soñado?
Espera. Bajo la sombra, 
El alba traería la respuesta
distingue vibraciones.
(o no).
De pronto, se para y saca 
Un escarabajo apareció en mi hombro.
su presa . Un hermoso
Y lo maté. Esta vez,
ejemplar.
fue real.


Ricardo Baviera

sábado, 26 de abril de 2014

Caminos

Nuestros caminos se cruzan,
todo fue de una vez.
No quiero aferrarme al recuerdo,
por no poderte ver,
por no poderte ver.

Se intersectan, se chocan, se abruman.
Se separan, dejando una duda.
A lo lejos diviso un afecto,
¿Te volveré a ver?
¿Te volveré a ver?


Pero estos caminos no pueden andar juntos siempre.
A veces estás tan cerca, y yo no estoy de pie.


La tormenta se disipa.
Ya se extinguen el temor y el temblor.
Aprendiendo, al salir de la cueva,
a querer sin poseer,
querer sin poseer.

Pero estos caminos no pueden andar juntos siempre.
A veces estás tan cerca, y yo no estoy de pie.


Guido Bruno

viernes, 25 de abril de 2014

Si hay duda

     Pensaba en los Beatles. En sostener tu mano. En bailar, sin ser expertos. En caer en el ridículo feliz, compartido, en una atmósfera que sólo nos pertenece a ambos y que la gente que pasa a nuestro lado no percibe. Es como la humedad en los tendones desgastados de mi mano izquierda: no sé muy bien cómo, pero sé que va a llover. Y son pocos los que notan este cambio sutil en el clima.
     Pero esta noche los dos lo sabemos. Buscamos cualquier excusa que el ritmo nos presente para acercarnos, para disfrutar por unos segundos, del encuentro de piel. Efímero, ya que rápidamente emprendemos la retirada. Nos cuesta exponernos, nos cuesta poder dar sin conocernos. Y nos atemoriza perdernos.
     Y es aquí donde radica el verdadero ridículo. Todo está dicho, pero la falta de una certeza rotunda nos lleva a retroceder. Porque me importás. Porque sé que te importo. Porque no nos vemos únicamente como un buen momento en esta noche aislada, fría.
     Puedo atravesar tus ojos con la magia que pocas veces sucede. Y sólo puede suceder porque esta noche mis ojos están abiertos. Un velo indescriptible se disuelve, y de a poco, se transparenta. Junto a vos entra por ellos, también, un torrente de luz cegador. Me fuerza a entrecerrarlos. Me cuesta verte. Me cuesta verte y no quererte.
     Y ahora tus ojos deambulan a una velocidad inaudita por mi rostro, recorriendo imperfecciones, deteniéndose por momentos en mi boca, que relata un cuento entretenido pero banal dado el tenor del momento.
     La música se apaga. Las luces se prenden, y vuelvo a la oscuridad. La atmósfera se disipa. Nos despedimos con duda y afecto.
     Volvés con tus amigas. A lo lejos veo a las mías, pero no me acerco a ellas. Vagabundeo a paso retardado entre las parejas que se besan y los borrachos que llenan el silencio con estribillos de una cumbia, antigua para los más jóvenes. Apela al riesgo: “prefiero amarte y después perderte”.
     Te veo salir por la puerta, abrigada, decidida a afrontar la mañana. Las palabras de un gran amigo llegan como un eco del pasado: si hay duda, no hay duda.


Ricardo Baviera

jueves, 24 de abril de 2014

Demonio / Jugador

El demonio del palmar                                              
                                           Dos décadas y
está encerrado                                                  
                                           media pasaron
debajo de unos gruesos                                                
                                           desde su retirada.
tablones,                                                                  
                                           Su cabellera se asemeja
de madera,                                                              
                                           a un durazno, con
esperando el cénit de la luna.                                    
                                           cortes rectos.
En este cruce de caminos,                                        
                                           Se nota que es el
cubierto por los árboles,                                          
                                           mismo peinado que
mucho se pide,                                                    
                                           usaba en la cancha.
mas aún,                                                            
                                           Se nota que su cuerpo
mucho se paga.                                              
                                           fue atlético alguna vez.
                                      
                                           Se nota la vejez.


Ricardo Baviera

miércoles, 23 de abril de 2014

Y el agua no volvió

     Iba poco al geriátrico. El tiempo se detenía de una forma malsana. Las enfermeras daban vueltas, en una coreografía en la que la mayoría no baila. Estar sentado. Apagado. Una mesa de mujeres animada juega al bingo con entusiasmo. Otros miran el cartón sin saber bien por qué. Un viejo quiere gritar "línea" pero la voz no le sale. Sólo tose, solo, en la mesa.
     Mi abuela está contenta de vernos. No me reconoce en el nivel de la palabra, no me puede nombrar, pero sí en el del afecto. Habla del agua que va y que viene, el problema de sus últimos días. Nunca supe qué agua era. Una metáfora, tal vez, de su fluir que cada vez iba más y venía menos. "Vos sos el más lindo de tus hermanos... Pero no les digas", acaricia mi cara mientras mira un poco ausente, profunda, en paz.
     Años después mis rasgos cambiaron un poco y se asemejan mucho a los de un abuelo que nunca conocí. La belleza, a veces, es el amor por un recuerdo. Tal vez era el germen que estaba en mí, una semblanza similar a la de su compañero.
     Dos personas que nunca se cruzaron. Por poco. Una muerte al mismo tiempo que otra vida se gestaba. Me puedo ver en el espejo y pensar que, de cierto modo, parte de mi rostro me antecede. Pero no puedo saber si el ritmo, si sus movimientos, se asemejan. ¿Habrá una risa parecida? Es más probable que seamos parecidos en la seriedad, en el rostro pensativo, que tiende a lo inmóvil.
     Y ella se fue un tiempo después. No pude volver a verla. En nuestro último encuentro me sentí solo. Ya no estaba. El agua no volvió.


Ricardo Baviera

miércoles, 16 de abril de 2014

Reel

Reel - Guido Bruno Texier from Guido Bruno Texier on Vimeo.

Suspiro



"Y en esa calle de estío, calle perdida,
dejó un pedazo de vida, y se marchó."
Naranjo en flor



     Escribo para poder dejarlo ser. Para no tener siempre presente el recuerdo por miedo a olvidar los días felices. Ahora estoy solo. Extraño y me siento extraño. Ya no hay más palabras entre nosotros: todo se reduce a un distante silencio. Al movimiento indiferente de la ciudad que ensordece, apabulla. Una conexión entre dos personas se perdió, y el mundo marcha.
     Toda esta tristeza es un suspiro de luna. Aquella que veíamos llena, desnudos en la terraza. Como si fuera un espectáculo único para nosotros. Me equivoqué.
     Miedo. Miedo a querer. Miedo a querer y perder. Y se perdió. Me apena saber que el tiempo disuelve los sentimientos, tan rápido como nos disuelve a nosotros. Estando condenados al olvido, me apena olvidar. Sólo queda disfrutar del sabor dulce y amargo de lo efímero.
     Nuestra condición de fumadores nos unió en el balcón. Charlamos toda la noche. De rayos, de truenos, de reverberación, del horizonte. Me cautivó la profundidad de su mirada, un lago triste, que cuando se agita es mar. Nos encontró la fatalidad.
     No hay ningún tipo de comunicación entre nosotros. Bordeamos una frontera. Cada tanto un ave cruza de lado, migrando, pero el miedo la lleva a retornar. De ella sólo queda una estela fugaz atravesando el cielo, imperceptible. Ese minúsculo vacío que deja, es suficiente para crear una brisa, la más pequeña de todas, pero que roza la piel: eriza. Me veo impedido de cruzar.
     Sólo puedo estar de este lado, en los confines. Espero un gesto, un ave grande como un albatros, que no creo que llegue. De a poco me veo en la necesidad de darle la espalda al límite, sabiendo que nada va a cruzarlo mientras esté dado vuelta. Cierro los ojos. Escucho, expectante. Soy un cazador sin presa: estoy al acecho del movimiento que no es y que no va a ser.

Ricardo Baviera