jueves, 21 de agosto de 2014

Hombro

Y entonces me desperté
con la sensación
de que podíamos encontrarnos
en un lugar nuevo
propio.

Dejo de estar dividido en
dos
para estar en esa casa antigua
y tomada
escuchando al catedrático
que ha cruzado el mar
donde se estipulaba una fiesta
en esta madrugada fría
de julio.

Me quedo dormido
sobre tu hombro
sin pensar en
lo poco que sabes de mí.

En un breve paseo
por las calles del barrio,
líneas de encuentro,
asoma el resabio
de un anhelo.

Simple,
complicado.

Los cuerpos dicen más que las palabras.

Ricardo Baviera

viernes, 15 de agosto de 2014

Adoremos

En la puerta,
de la fiambrería,
con el caniche, correa en mano,
rulos y vincha,
me mira,
y emite un sonido,
que pareciera salir,
de la boca de su perro.

Me genera desconcierto,
no entiendo si aluciné,
siendo tan temprano,
apenas pasado el mediodía,
y a tantas horas de haberme despertado,
sin estar narcotizado,
por algún pensamiento romántico.

Como respuesta a mis derivas,
vuelve a ladrar,
mientras paso caminando a su lado,
no se voltea,
y ladra otra vez,
mientras camino incrédulo,
mientras camino lento.

Recuerdo estar en un vagón,
sobre unas vías de modelismo,
una caja desplazándose,
mientras desde su interior,
veo formados en un salón de madera
a los chicos izando la bandera,
a las profesoras controlando
que los gestos no se escapen,
que los brazos no vuelen,
que las piernas no corran,
y que la mirada, la atención,
vaya hacia lo alto, hacia ese
lienzo de pocos colores,
que muy lejos está de flamear,
como lo hacía en esas revistas escolares,
con figuritas para recortar,
con próceres, con casitas,
donde se firmaron pactos,
que a los ocho años
uno no tiene la más mínima idea
de que pueden significar.

¡Adoremos, adoremos!

Ricardo Baviera


sábado, 9 de agosto de 2014

Seis minutos

Los gritos del pasillo,
del nene llorando,
retumbaron en todo el edificio.

Seis minutos, te pido,
sólo poder dormir,
seis buenos minutos.

Suben en el ascensor
y la voz espanta
todo el espacio.

Cuando el silencio
al fin,
me permite cerrar los ojos,

y el dolor de muelas aminora,
en esta mañana de sábado,
el portero se reencuentra con la lustradora.

Máquina de viejo motor,
estridente,
que no se usa (hasta hoy).

Cuatro minutos,
sólo le pido al karma, fuera de toda moral,
tres buenos minutos.

Ricardo Baviera

lunes, 4 de agosto de 2014

Peceras

Los tres corrían
hacia la caja del camión
en marcha.

Tiendo una mano 
y suben.
Me río de mis cortos brazos.

Te lo presté y
lo dibujaste todo.
Me molestó hasta que le tomé cariño.

Esa mirada me hizo entender
que a la academia
la disfruto y la aborrezco.

Todos los peces pequeños
que se han caído de sus peceras
de noche piden un poco de aire.

Entre vidrios y agua, 
agua viva,
suspira.

Caer tendido en un colchón tirado en el piso,
ebrio,
y levantarse para volver a emborracharse.

Cierta melancolía
en el último tramo de vuelta, 
colectivo.

Ciertas intenciones,
encontradas,
pero cargadas de incomprensiones.

Todas las referencias, todas las escalas,
cambian perspectiva,
cuando entiendo por qué vos.

Ricardo Baviera

viernes, 1 de agosto de 2014

Sinófilo

Cuando era chico
y jugaba a las bolitas
en el patio de mi escuela,
hacía un agujero grande y
mis amigos me decían
que frenara,
que iba a terminar en China.
Siempre me intrigó la posibilidad de cruzar
a ese otro lado de la esfera,
desconocido
misterioso.
¿Qué comerían? ¿Cómo se vestirían?
Sobre todo
cómo rien, cómo lloran.
Algún día de estos
voy a desenterrar profundidades
y en ese agujero
voy a entrar
para conocer un poco más
en realidad,
para conocerme un poco más.
Con los años la visión se volvió
un poco más desencantada y sincera,
sabiendo
que no todo es bueno.
Luego del amor, apareció
el terror.


Ricardo Baviera