El otro día comiste pescado, aunque sé
que no te gusta.
El otro día te morías de ganas de
besarnos, pero te dio vergüenza.
El otro día sacaste al perro sin
correa porque era de madrugada.
El otro día saliste sin paraguas
porque extrañabas la lluvia.
El otro día te enfermaste por andar
todo el día con las medias empapadas.
El otro día no fumaste después de
coger.
El otro día pensabas en la ensalada
que ibas a preparar para la cena.
El otro día extrañabas a tu mamá.
El otro día te dieron ganas de pasear
por el cementerio, para tener paz.
El otro día no querías hablar conmigo
porque estaba viendo fútbol.
El otro día te toque una canción con
la guitarra y te brillaron los ojos.
El otro día no parabas de encontrar
olor a cebolla por la calle.
El otro día el dolor en la rodilla te
tentó a quedarte en la cama leyendo un comic.
El otro día te cansaste de abrir el
Facebook.
El otro día te enamoraste de un chico
en el colectivo.
El otro día rezabas a pesar de ser
atea.
El otro día llorabas por no llegar a
fin de mes.
El otro día te peleaste con el portero
por entrometido.
El otro día te quedaste callada.
El otro día moriste.
El otro día naciste.
El otro día te vi, después de mucho
tiempo, y un eco grave me apretó el pecho.
Guido Bruno
Cada sombra en el placard es el ruido
de tus pasos, y no sé dónde estás.
Cada resto de comida en el plato es la
angustia que te detiene.
Cada rueda de bicicleta pinchada es el
temor a conocer gente nueva.
Cada persiana cerrada es una excusa
para embriagarte.
Cada tirada de dados es un baile nuevo,
improvisado.
Cada cucharada de miel son las cosas
que no decís y te guardás.
Cada agujero en tus zapatillas es la
voluntad de mudarte.
Cada olor a pasto son tus ganas de
morir.
Ricardo Baviera
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